Tú diriges.


Estás en el tren, sentada en el final de un vagón en un asiento carcomido por el tiempo. Rodeada de personas. Personas desconocidas. Personas sin rumbo o personas que simplemente acaban de encontrar un destino en su vida. 
El tren para. Ciertas personas se bajan pero tú te quedas hasta la última parada. Tienes ese privilegio de ver quién se espera y quién se va.
Miras a tu alrededor, observando a la gente. Ya quedan pocos. 
Al bajar, en la estación, hay personas esperándote y otras bajan contigo. Éstas han permanecido contigo todo el viaje hasta el final.
No sabes hacia dónde se dirigía ese tren, no tiene rumbo ni tiene fin.
Tú vas delante, tú diriges el camino, tú diriges tu caminar y hacia a dónde vas.

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